Cada cierre de año trae consigo la misma pregunta en las empresas: ¿qué debemos cambiar para que el siguiente año sea mejor? Los equipos directivos se reúnen, se revisan metas, presupuestos, KPIs y se proyectan escenarios. Pero en medio de toda esa planeación, muchas organizaciones olvidan el propósito más importante: diseñar una operación resiliente. En un entorno tan volátil como el actual, con cadenas logísticas que cambian de un día a otro, regulaciones en constante evolución y costos de transporte impredecibles, la planeación anual no debe ser un ejercicio de predicción, sino de preparación.
Durante años, la planeación empresarial se ha basado en suposiciones: el comportamiento del mercado, el tipo de cambio, la demanda proyectada o los tiempos de entrega. Sin embargo, el 2020 nos demostró que ningún plan, por más detallado que sea, sobrevive intacto al contacto con la realidad. Las empresas que mejor sortearon las crisis no fueron las que planearon más, sino las que tenían la capacidad de adaptarse más rápido. Por eso, una planeación anual verdaderamente estratégica no busca acertar en cada pronóstico, sino garantizar que, pase lo que pase, la empresa pueda seguir operando, entregando y creciendo. Esa es la esencia de la resiliencia operativa.
La resiliencia operativa no es sólo “resistir los golpes”. Es anticiparse, adaptarse y salir fortalecido de los desafíos. En logística, esto puede verse reflejado en distintos niveles:
Una empresa resiliente no improvisa cuando algo falla: ya tiene un plan B (y C).
Muchos planes anuales fracasan porque se construyen sobre escenarios perfectos. El costo de transporte se mantendrá estable, las entregas llegarán a tiempo, los permisos se aprobarán sin contratiempos… Pero en la realidad, siempre hay desviaciones. Y cada desvío no previsto puede costar miles (o millones) de pesos. Por eso, la planeación operativa moderna se centra en simular escenarios adversos, no en evitarlos en papel. ¿Qué pasa si el proveedor extranjero sube precios 15%? ¿O si un contenedor se retiene una semana en puerto? Responder a esas preguntas antes de que ocurran es lo que diferencia a una empresa sólida de una frágil.
La planeación anual debería ser menos un calendario de tareas y más un mapa de prioridades. No se trata solo de “qué vamos a hacer”, sino de qué debemos proteger.
Responder esto ayuda a redistribuir recursos y atención hacia lo verdaderamente esencial.
En el contexto actual, la logística dejó de ser un área táctica y se convirtió en un pilar estratégico para la resiliencia de toda la organización. Una empresa puede tener el mejor producto del mundo, pero si no logra moverlo con eficiencia y cumplimiento normativo, su crecimiento se detiene. Asegurar el cumplimiento aduanal, planificar rutas alternas, y contar con visibilidad total de la cadena de suministro ya no son ventajas competitivas: son condiciones mínimas para sobrevivir. Por eso, al construir tu planeación 2026, pregúntate:
Las empresas más exitosas no serán las que “planearon mejor”, sino las que aprendieron más rápido y supieron adaptar sus estrategias sobre la marcha.
La planeación anual no es una lista de propósitos. Es la oportunidad de blindar la operación, de construir procesos que aprendan y evolucionen ante los imprevistos. Porque en un mundo donde lo único constante es el cambio, la verdadera ventaja competitiva no es la eficiencia… es la resiliencia.
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Cada cierre de año trae consigo la misma pregunta en las empresas: ¿qué debemos cambiar para que el siguiente año sea mejor?

Durante años, muchas empresas han visto la logística como un servicio transaccional...